Perón Perón

miércoles, 25 de julio de 2007

¡Paciencia, hermanos peronistas, y fuerza!

Compañeros peronistas:

Hace ya muchos años, el pueblo argentino obligó para siempre mi gratitud y mi lealtad. Desde entonces han pasado muchos años y han sucedido muchas cosas, pero nuestra mutua lealtad ha sido inmutable. Es que el pueblo no traiciona jamás; los que traicionan son los hombres que pretenden engañarlo para escarnecerlo.

De ese conflicto entre los hombres patriotas y los míseros vendepatrias hemos recibido en estos años la más amarga lección que pueden darnos los tiempos y los hombres, porque sobre las nobles espaldas del pueblo, bueno y sufrido, gravitan ya las calamidades que cada uno conoce con la elocuencia que los hechos pasados y presentes pueden ofrecerle. Yo he sufrido en carne propia, porque también soy carne de pueblo, las atrocidades cometidas a impulsos de la pasión inexplicable entre humanos e inconcebible entre hermanos, que marcarán para siempre una fase negra y tenebrosa de la historia argentina.

Yo sé que el peronismo está de pie en todo los blogs de nuestro glorioso país esperando mi palabra y mi llegada, por eso he decidido regresar inquebrantablemente en el año 2007, para cumplir como yo entiendo con la Patria y con el pueblo. No tengo ni intereses ni pasiones que defender, porque a esta altura de mi vida he renunciado a todo, y porque jamás la pasión ha llegado a conmover los dictados de mi deber. Todavía me queda la vida para ofrecerla, si ello es preciso para salvar al pueblo de la hecatombe que se vislumbra hacia su porvenir.

Debemos tender la mano de la paz para los que quieran asirse y empeñarnos en la unidad nacional sin odios ni revanchismos suicidas. Así regresaré, agotando las instancias para que sea con tranquilidad. Pido a la Providencia que no sea necesario hacerlo en otra forma, aunque ya no será ni mi culpa ni la del Pueblo.

Invoco el recuerdo de la que fue abanderada de los humildes: Eva Perón, que desde la eternidad nos observa para ver si sabemos cumplir con nuestro deber de peronistas y argentinos. Que sus sagrados manes nos protejan e inspiren, para no equivocar el camino de la grandeza que necesitamos para merecer el bien; y que esos mismos manes sean los que inspiren a nuestros enemigos para que renuncien a sus insidiosos y malignos sentimientos en pro de esa misma grandeza que puede redimirlos de cuanto han hecho.

Que mis últimas palabras sean para evocar la memoria de nuestros héroes y mártires peronistas, que cayeron por la causa del pueblo, sin pedir otra cosa que un lugar en la historia que la patria y el pueblo reserva para los que saben morir en su defensa.

Desde mi destierro que quiero honrar, hago llegar a todos los hermanos peronistas un gran abrazo sobre mi corazón.